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Mercat de Santa Caterina

Mercat de Santa Caterina (19)

Más que un mercado, un espacio con mucha historia. Más de 4.000 años de historia, exactamente.

Por esta razón se ha abierto en el mercado, el Centro de Interpretación Arqueológica Espai Santa Caterina, que recorre la evolución de esta zona desde la prehistoria hasta la actualidad. Y preservar así, los restos arqueológicos hallados en el subsuelo del mercado. Se han conservado 700 metros cuadrados de los más de 7.000 excavados

El espacio que hoy ocupa el Mercat de Santa Caterina se remonta a hace unos 4.000 años, con un asentamiento en la Edad de Bronce (1800-1500 antes de Cristo), del que se han recuperado algunos entierros. En el año 10 antes de Cristo se fundo la ciudad romana de barcino, protegida por un recinto de murallas, a sólo unos 150 metros de dónde se encuentran los restos arqueológicos del Espai Santa Caterina, y eran espacios dedicados a la producción, y en el siglo 4 fue una necrópolis cristiana.

En los siglos 11 y 12 se construye un primer edificio conventual, pero el nombre lo toma del convento de Santa Caterina, edificado en el siglo 13 en un momento de gran expansión de la ciudad y destruido en 1835. Se dice que las aguas del pozo del claustro del convento eran milagrosas para curar las fiebres palúdicas y, para no contaminar esta agua, cada vez se estrenaba un cántaro para servirla. Por este motivo, se celebraba una feria de cántaros el día de Sant Domènec (San Domingo) que llenaba la plaza de carros, por lo que la plaza llegó a ser llamada la plaza de los carretones.

En 1844 se comenzó a edificar el Mercat de Santa Caterina, inaugurado en 1848 como el primer mercado cubierto de la ciudad. Obra realizada por el arquitecto Josep Mas Vila.

Poco a poco el mercado empezó a ser un referente en la ciudad. Tanto, que en 1940 en plena postguerra española, fue el centro de aprovisionamiento de la ciudad y de las poblaciones cercanas a Barcelona.

Actualmente, la rehabilitación del Mercat de Santa Caterina, obra del equipo de arquitectos Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, ha sido el pilar de la remodelación urbanística de este barrio. 

Más de 6 años de obras y una inversión de unos 12 millones de euros, han dado como resultado un mercado muy especial.

La característica más importante es el gran mosaico de cerámica que lo cubre, obra del artista Toni Comella. Es un puzzle de hexágonos multicolores que quiere reproducir el colorido tan diverso que encuentras en una parada de fruta y verdura. Han sido un total de 325.000 piezas de 67 colores diferentes, sobre un espectacular techo ondulado.

El espacio de más de 3.000 metros cuadrados, acoge más de 70 puestos y establecimientos comerciales. 

Además de darnos un paseo y disfrutar de su arquitectura y de su inmensa variedad de alimentos, dentro del mercado hay un restaurante que cocina únicamente productos frescos del propio mercado y que bien vale la pena hacer cola para probar las sugerencias del día. Más fresco, imposible.

 

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