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La Capilla Sixtina debe su nombre al Papa Sixto IV que la encargó construir a Giovanni Dolce en el siglo XV.
La sala es mundialmente conocida por los frescos de las paredes y el techo, y está considerada como una de las mejores obras de la historia.
Y durante mucho tiempo fue el lugar donde se celebraban las elecciones papales.
Las pinturas de las paredes se realizaron entre 1481 y 1483. Entre los artistas que se ocuparon de realizarlas se encuentran nombres tan importantes como Perugino, Botticelli, Roselli o Signorelli. Obras magníficas pero que resultan eclipsadas por la genial obra de Miguel Angel.
Las series de frescos comienzan junto al altar. En la pared de la izquierda verás escenas del Antiguo Testamento, centradas especialmente en la figura de Moisés. En cambio, la pared de la derecha recoge la historia de Cristo que nos narran los Nuevos Testamentos.
En 1508 Miguel Ángel empieza su labor de pintura de la bóveda por encargo del papa Julio II. Se dice que, en un principio, Miguel Ángel no quería aceptar el encargo, ya que él se consideraba escultor, pero aceptó sólo para fastidiar a su gran rival, Bramante. Tardó cuatro años en finalizarlo y tuvo numerosos roces con el Papa, pues los dos hombres poseían un fuerte carácter. Según se cuenta, en una ocasión Miguel Ángel abandonó la tarea ante las prisas que le imponía el pontífice y se marchó derramando las pinturas diciéndole al Papa que si era una labor tan fácil, que la hiciera él.
En total los frescos de la bóveda cubren 800 metros cuadrados de superficie y constituyen una obra maravillosa. Miguel Ángel utilizó un andamio especial sobre el que trabajaba tumbado.
La temática se refiere a la creación, de La Tierra y del Hombre y a sus primeros tiempos.
Debes empezar a mirarlo desde el extremo de la sala donde está ubicado el altar. Observarás que hay nueve escenas principales entre las que podrás apreciar, por ejemplo la Creación del Sol y la luna, , la Creación de Adán y de Eva, el Pecado original y expulsión del paraíso, o el Diluvio universal.
La más famosa de estas escenas es probablemente la número 4, “la creación del primer hombre, Adán”, el creador desciende volando rodeado de ángeles y se dispone a tocar la mano de Adán para darle vida, pues lo acaba de formar a partir de barro. Es la cumbre de la creación. Una imagen arrebatadora, cuerpos prodigiosos, sensación de fuerza, vitalidad y movimiento. Fíjate en las manos de Dios y de Adán, son las manos más expresivas de toda la historia de la pintura, y también de las más reproducidas.
Alrededor de las escenas, están los retratos de 7 profetas del antiguo testamento. Y 5 sibilas, mujeres con poderes adivinatorios a las cuales recurrían con frecuencia gobernantes y generales.
Podrás apreciar que su musculatura es portentosa, más propia de un varón que de una mujer. Miguel Ángel sentía verdadera fascinación por la musculatura. Además, según testimonios de la época, el gran genio era o bisexual u homosexual, lo que le provocaba considerar al cuerpo masculino como referente perfecto.
En la otra de las paredes encontrarás la conocida obra de Miguel Ángel “El juicio final”. Este fresco fue encargado por Pablo III tras el saqueo de Roma de 1527, hecho que provocó una gran sensación de pesimismo y temor en el pueblo. En la obra se refleja el drama de la época, aunque otra teoría asegura que en realidad expresa el tormento del artista ante su propia fe.
Una obra deslumbrante con gran número de personajes, escenas religiosas y mitológicas, y con una enorme profusión de desnudos. Empezó en 1535 y tardó 6 años en acabarla.
Sus dimensiones son prodigiosas. Se representan 400 figuras de las cuales se han identificado 50.
“El juicio final” es una obra de intensidad emocional máxima. Un despliegue espectacular de todos los principios miguelangelescos: colorido, movimiento, terribilitá y dibujo preciso. Un canto al cuerpo humano, a su belleza y a su fuerza.
En la parte superior se representa el mundo celestial: Cristo juez preside la escena. A su lado la virgen. Y a ambos lados santos, apóstoles, mártires, vírgenes... los símbolos de la pasión: la corona de espinas, la cruz y la columna. Todo esto simboliza la salvación de la humanidad por Jesucristo.
A los pies de Cristo podrás ver a San Lorenzo con la parrilla y a San Bartolomé, con su propia piel ya que murió desollado y se dice que la cara es un autorretrato de Miguel Ángel.
En la zona intermedia podrás ver tres grupos: a la izquierda condenados cayendo al infierno, en el centro ángeles trompeteros despertando a los muertos que aparecen a la derecha.
En la parte baja destaca Caronte y su barca mandando a los condenados ante Minos, el demonio con serpientes enrolladas a su cuerpo.
Si observas bien a Minos, verás que tiene orejas de asno. Su rostro pertenece a Biagio da Cesena, asistente del Papa. Se cuenta que en una de las visitas del Papa para comprobar el progreso de la obra, su asistente, se escandalizó y criticó la cantidad de cuerpos desnudos representados. El Papa le contestó que no se debía cuestionar la obra al artista. Miguel Ángel no dijo nada, pero en la siguiente visita, el asistente pudo contemplar como su retrato era la cara del demonio Minos. Protestó, pero Miguel Angel le respondió con las palabras del Papa: no se debe cuestionar la obra al artista.
En el lado izquierdo cadáveres y esqueletos, llamas y diablos acreditan que se trata del infierno.
Muchos de los personajes se encontraban inicialmente desnudos , incluido Cristo, hasta que en 1564 Daniele de Volterra recibió el encargo de taparles sus cositas.
Disfruta de una de las obras más conmovedoras e impresionantes del mundo del arte. Contempla los detalles de cada escena, sin prisas y descubrirás muchas sorpresas.
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